El documental Escritura y alquimia retrata la voz más humana de la poesía española actual. La existencia de Antonio Gamoneda es toda grosor de lengua. Antonio se muestra con su boca hinchada por el verbo y su hemorragia lenta, con esa sonrisa que da a veces un estirón de breve luz en las arrugas de sus sienes, y, sobre todo, con esos ojos adictos al descanso. Parece que ya no sirven las pupilas o que jadean mejor con el párpado echado; Gamoneda junta las pestañas cada poco para atinar con el relato de su mente.
El poeta descubre el origen de elementos esenciales de su obra como el amarillo, el blanco, el frío… Nace el frío, por ejemplo, de las huellas metálicas de los barrotes de su balcón de la infancia, cuando se asomaba de puntillas y veía andar las cadenas de presos hacia el penal: “ese frío no ha cesado, ni cesará en mi rostro”. También cree que el lenguaje poético nació cuando el mundo era sagrado y que, aunque ya no lo sea, persiste. Añade, en una clara crítica a la poesía social y, posiblemente, a la de la experiencia, que “la poesía tiene que ser subversiva en la naturaleza de su lenguaje, no en unos contenidos que están mucho mejor en el periódico de la mañana”.
El Círculo de Bellas Artes ofrece el documental entero. Si se ha leído a Gamoneda, cada minuto será un descubrimiento, será inevitable buscar el tomo pintarrajeado en el estante para revisarlo; si no se ha leído al maestro, el espectador correrá a las librerías a masticar todo papel firmado con su nombre.