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Archive for junio 2009

A veces, detrás de las letras se cobija la palabra. Rascas el papel, desgastas la uña y no descubres el salivazo de tinta de su espalda. Es difícil calmar las vértebras del verbo, palpar el nacimiento de su nuca sin que desaparezca de las páginas, sin que se vaya desmayando su negrura, desollada ya por la insistencia. Un día, sin buscar, abres el libro y te sopla sus esporas de mundo involuntario. Olfateas. No huele como se espera de un libro de poemas. Baja al paladar un raro zumo: acaso una mousse con un sabor brusco a descomposición. A veces, detrás de las letras, cuentan las palabras el crimen de la imprenta o el sexo chorreante de la música.

La música, explicó Vicente Aleixandre, tiene una relación de parentesco con la poesía. La lírica utiliza la palabra, “y esto quiere decir que aún depende del concepto”; pero las melodías abandonan esa servidumbre y “se expresan con una generosidad innombrable y generosa”. Reconoció: “la poesía es más pobre que la música porque tiene un peso, una ganga, que es imposible eliminar”. Por tanto, en el arte, la música es la única totalmente desbridada. Las palabras que son poema, puesto que su género nació abrazado a tambores o laúdes, son las más cercanas al privilegio absoluto del viento y el oído. Pero no son viento ni oído, ésa es su tragedia.

Esta fatalidad no es muerte aún, sólo conciencia de la limitación, de ese alejamiento del decir primero y de su especia mágica. No es muerte. Como comentaron Julio Cortázar y Joaquín Serrano Soler en A fondo, los diccionarios son cementerios de palabras, allí van todos los nombres a pudrirse.

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