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Posts Tagged ‘Premio Adonáis 1953’

Horas después de leer a Claudio Rodríguez (1934-1999) nacido, muerto y redoblado, retumba terco en la tierra del tímpano y recuerda a ese llano gitano de Lorca y de la Luna, Luna que ni se rasca ni se extingue. El poeta de Zamora, que obtuvo el Premio Adonáis en 1953 con Don de la ebriedad, cobijaba la verdad en la cueva de sus manos e intentaba engastarle sus dedos. Pero era imposible y quedaba el poema como sed abierta: “el poeta intenta fundirse, participar en la realidad, pero no puede llegar a conocer; ahí está la gran tragedia y lo glorioso de la poesía”.

Don de la ebriedad es un solo poema dividido en tres secciones con una estructura casi circular. Donde, según Luis García Jambrina, el zamorano se deja comer por una claridad advenediza y corre a la armonía y a la unión con la naturaleza. Rodríguez apuntó sobre ese primer poemario:refleja esa ignorancia que yo tenía. Porque yo tenía el impulso, y nada más… lo irracional puede ser una fuente de conocimiento poético, no del lógico, porque la poesía no tiene nada que ver con la lógica”. También delimitó el quehacer poético citando a Juan Ramón Jiménez: “la poesía es un rapto, algo que viene muy pocas veces en la vida. Es necesario estar tocado, touché, para escribir poesía. Un poeta tiene que haber pasado esta experiencia, si no, no es poesía, es otra cosa”.

Ganador del Premio Nacional en 1983 por Desde mis poemas, cuando su obra sólo sumaba 260 páginas, y del Príncipe de Asturias en 1993, defendía la necesidad de un lenguaje propio y la pureza del mensaje poético. Rechazaba, por ello, la tarea de los críticos y los acusaba de “disecar la vitalidad de la poesía”.

Claudio Rodríguez huía de los círculos literarios y según el poeta Luis Antonio de Villena “le gustaba el campo y la gente marginal y sencilla”. Negaba la importancia de la publicación en su trabajo. A él le fascinaban los bandazos de las larvas del verso: “Cada poema tiene su ley, es un organismo vivo. El proceso creador me lleva a caminos, a zonas que antes no había sospechado siquiera… Si supiera exactamente a dónde voy, en qué dirección, yo no escribiría, la verdad”. En 1999 el camino se obstinó bajo la tierra, la sed que los poemas no saciaban, esa fusión… se hace el poeta barro desde entonces, planta nueva; y retumba el Claudio de la tumba.

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