Julio Capanna prepara su segunda maqueta cuatro años después de la publicación de su primer trabajo ‘Puentes’
Perfil
En un taburete de la tetería Luz de luna templa Julio los bordones y retoca el micrófono. Treinta vasos levantan una niebla de jazmín, clavo, manzanilla… Se oye “Yo nací para vivir un espejismo, un sueño pagado con hambre y olvido”, y se desparrama el muro de especias. Los arpegios desmenuzan al público como a piedras tocadas con sigilo. Capanna se alarga en el ozono, se marcha a veces, pero regresa con la pupila más atenta y canta: “una marioneta que al ritmo feliz de la orquesta, besa los hilos que la sujetan”
El pueblo de Armstrong, en la provincia argentina de Santa Fe, tiene una desnudez muy larga. El eco tarda en devolver las gargantas y la pampa impone a las voces el deterioro de la distancia. Tras 36 años sin oír el rebote de su música, Julio Capanna emigró hasta España donde “las distancias son más cortas”. Sus canciones reverberaron pronto. En noviembre de 2005, un mes después de su llegada, editó Puentes.
“Vivir de la música es complicado”, pero sus dedos casi lucen los residuos metálicos del nailon. En teterías alicantinas como Tábano o Luz de luna puede escucharse como en su voz el oxígeno se quita sus trajes y nada a brazadas lentas.
Pregunta.- ¿Da quiebros el niño de Santa Fe por sus canciones?
Respuesta.- Nací en Armstrong, pura Pampa. Es un pueblo de 10.000 habitantes, aunque cuando yo era niño había menos. Es imposible desligarse de la infancia, es el paraíso perdido. No obstante, los artistas tratamos de mantener esa mirada infantil y a los acordes saltan ciertos olores, colores… Creo que no existe un solo músico que no haya compuesto algo sobre su infancia.
P. ¿Cómo comenzó este niño a interesarse por la música?
R. Allá escuchábamos la radio del pueblo que era una cajita con un cable que había en todas las casas. Serrat, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez o Charli García siempre estuvieron sonándonos en la cabeza. Además, mis viejos escuchaban tango y eso se va absorbiendo. Ya a los 15 años empecé a tocar la guitarra.
P. ¿La clásica?
R. Sí, pero cometí el error de pasarme a la eléctrica. A los 16 años todos queremos formar una banda y la técnica se resiente. Al retomar la guitarra clásica se requiere un nuevo aprendizaje.
P. ¿No resultó la banda?
R. Desgastaba mucho armar un grupo. Además, se enfocan mucho a un estilo determinado y te encasillan. En cambio, la soledad con la guitarra libera de muchos prejuicios y si tenés que hacer una milonga o algo que suene latinoamericano lo hacés. Así podés encontrar la autenticidad.
P. ¿Regresa a veces al folclore argentino?
R. Como no, la música popular de allá es tan amplia que es imposible abandonarla. Como ocurre en España, el folclore es muy regional: las chacareras, las sambas, el tango… La naturaleza hace al hombre y la diversidad natural de Argentina aumenta el abanico folclórico.
P. Y a pesar de toda esa raíz tan fecunda decide venir a España.
R. En Santa Fe es muy difícil hilvanar una carrera porque está lejos de los centros culturales como Buenos Aires y Rosario. Tuve muchos proyectos en Armstrong, pero para avanzar en algo artístico debía emigrar. Di el salto para comprobar si lo que componía podía tener algún tipo de repercusión.
P. Pronto la tuvo.
R. Sí, me considero un privilegiado. Llegué en octubre de 2005 y en noviembre gané un concurso que me permitió grabar mi primer disco: Puentes. Fue algo muy artesanal. Se hicieron casi 200 copias y me encargué yo de distribuirlas, sin embargo lo considero una gran experiencia. Siempre digo que yo me hice cantautor en España.
P. ¿La Asociación de Cantautores La Explanada facilitó su integración?
R. Claro. Yo entré cuando la asociación apenas cumplía un año. La Explanada nos refuerza ya que hacer carrera solos es complicado. Además, ante ayuntamientos o casas de cultura constituirse como ‘asociación de’ tiene más peso.
P. ¿Ofrecía muchos conciertos?
R. Nada más llegar me pareció que había una movida interesante. Incluso desde la asociación nos comprometíamos socialmente; actuábamos, por ejemplo, en actos cercanos a ONG’s. Pero después noté que hay cosas que se hacen con criterio, con el respeto que se merece el artista, y otras que sólo pretenden rellenar un cartel.
P. ¿No había voluntad por parte de las organizaciones?
R. Muchas veces no ofrecen buenas condiciones para la comunicación entre el público y el artista; al final, se resiente tu música. Ahora soy más selectivo. Necesitás un mínimo de calidad tanto en sonido como en otros elementos. Me gusta colaborar cuando veo compromiso con el artista y con el público. Sin comunicación nada tiene sentido.
P. ¿A los cantautores les persigue el fantasma de lo social o lo político?
R. La calificación de cantautor la conocí acá. En Argentina, aunque hay intérpretes, es natural que la gente cree sus temas. El término tiene un problema. En España se identifica al cantautor con la agitación política de la transición y ese rótulo, a veces, perjudica. Quien se aferra a la definición política de cantautor pierde toda una historia de gente que ha evolucionado muchísimo.
P. Pero cierto compromiso sigue estando ahí.
R. Sí, pero acatamos los problemas de otra manera.
P. La limitación de los acordes a temas políticos o sociales ¿deteriora la calidad musical?
R. Sí. Por ejemplo, en Argentina nació un movimiento de protesta a finales de la dictadura militar. Se hicieron tanto composiciones buenas como malas.
P. ¿Se ha esfumado la fuerza revolucionaria de la música?
R. Si la música tiene algo de revolucionario, es la capacidad de transformarte como individuo. Las canciones dan herramientas para dudar de ciertas cosas. Para mí la música es, en sí, una rebelión.
P. ¿Qué nueva “rebelión” prepara para su próxima maqueta?
R. Serán once o doce temas. Huyo de mis limitaciones de músico solitario e incorporo nuevos compañeros. Quiero aportar otros matices a lo que sólo era guitarra y voz. Manolo Martínez me acompaña al bajo y a la viola Guillermo Schwarzhans, de la Sinfónica de Valencia. Daré un giro a alguna de mis composiciones de Puentes.
P. ¿Cree que las discográficas invertirán en músicos de profundidad?
R. No creo que suceda, salvo que algún día sea redituable. Históricamente sabemos que la música cuanto menos fondo tenga, más penetra.
P. ¿Podría esto hacerle abandonar?
R. No se me ocurre una vida sin música. Económicamente es difícil y no me salvo nunca de estar tambaleando. Ahora tengo un niño pequeño y vive en un ambiente de creatividad. Eso sirve más que cualquier bienestar económico.
Read Full Post »